Personajes Alfonso Diez |
Este Personajes está
compuesto de tres partes: la que da nombre al conjunto, “La cara oculta de El
Greco”; la exposición de la obra en México con sus particularidades, que la
hacen excepcional; y la nueva manera “digital” de “hacer el tour”.
Uno de los mejores pintores de todos los tiempos es sin duda El
Greco. Ocupa un lugar preponderante sobre los demás. Su obra destaca no sólo
por su maravillosa técnica, sino porque nos llega hasta las fibras sensibles,
tiene ese toque que es atributo solamente de los grandes artistas. Alimenta el
alma y la transforma.
Fue “redescubierto” al comenzar el siglo pasado, pero los secretos
que se esconden en sus lienzos, la cara oculta, tanto de los mismos como de su
propia vida, apenas comienzan a develarse.
Le decimos El Greco, aunque éste es un apodo que le puso Mancini en
1619; su nombre real era Domenikos Theotokopoulos, pero en sus primeras obras
firmaba como “Maestro Pintor Menegos Theotokopoulos”. Su ascendencia, su
cultura, era griega, pero en realidad era veneciano porque cuando nació, en la
isla de Creta, en 1541, ésta pertenecía a la República de Venecia, también
conocida entonces como Serenissima Republica di San Marco (por el santo
patrono: San Marcos).
Él decía que era de Candia, la capital de Creta conocida en la
actualidad como Heraklion y no fue sino hasta el año de 1913 cuando la isla
pasó a formar parte de Grecia, 300 años después de la muerte del pintor, en
Toledo, España, el 7 de abril de 1614.
¿Cómo era El Greco? ¿Cuál era su apariencia física? Una de las obras
del artista, catalogada como la mejor, o una de las mejores, es El Entierro del
Conde de Orgaz y en ésta retrató a algunos de sus amigos y a su hijo, Jorge
Manuel, que es el niño con la vista al frente y señalando al conde, cuyas
piernas sostiene San Esteban, mientras la cabeza y el tórax reposan sobre San
Agustín.
Otro de los personajes en la pintura que mira hacia quien observa el
cuadro se supone que es precisamente El Greco. La cara de éste queda ubicada
exactamente sobre la de San Esteban y tanto él, como su hijo son los únicos que
ven de frente al espectador.
Por lo que a la identidad del hijo de El Greco se refiere no hay
duda de que se trata de él, porque en un triángulo blanco que parece colgar de
su cintura (tal vez un pañuelo) está escrita la fecha de su nacimiento: 1578.
Otro cuadro pintado por El Greco conocido como Retrato de un Hombre
Anciano, o Retrato de un Hombre Desconocido, parece ser también un autoretrato,
según algunos expertos.
Sobre la familia del pintor casi se puede asegurar que era de
católicos, porque Domenikos era el nombre utilizado en esa religión, mientras
que el correspondiente entre los ortodoxos es Criaco.
La madre de su hijo fue Jerónima de las Cuevas, con la que no se
casó pero utilizó de modelo para varios de sus cuadros, como “La Verónica con
la Santa Faz”, en la que ella sostiene entre sus manos un lienzo con la cara de
Cristo. Otro en el que aparece otra vez La Verónica, con la cara de Jerónima,
es el Expolio, en el que Jesús está rodeado de soldados y a sus pies están La
Verónica, la Virgen María y María Magdalena.
El artista tuvo un nieto, Gabriel, hijo de Jorge Manuel y de Alfonsa
de los Morales, su esposa.
El Greco llegó a España, concretamente a Toledo, en 1576, a los 35
años de edad y en esa ciudad viviría los siguientes 38 años, hasta su muerte,
el 7 de abril de 1614. Sólo se sabe de dos viajes que hizo fuera de la ciudad
que escogió para vivir y morir: uno a Madrid y otro al Escorial, ambos muy
cercanos.
Toledo es en la actualidad una población consagrada a El Greco. Vive
del turismo que acude a los diferentes museos en los que se exhibe la mayor
parte de la obra que dejó el artista.
La Exposición: Son más de
43 piezas las que se exponen, entre obras de El Greco y de sus discípulos,
además de un libro con las Obras completas del historiador y filósofo griego
Jenofonte, con anotaciones del propio Domenikos.
Tres de las obras que se muestran pertenecen al Museo Soumaya (de la
Fundación Carlos Slim); las otras vienen de diferentes museos españoles: el Del
Prado, de Madrid; el Museo del Greco, de Toledo; El Museo de Bellas Artes, de
Sevilla; y el Museo Nacional de Arte, de Cataluña.
El esfuerzo para traer desde España las piezas que integran la
exposición tiene un costo multimillonario y para lograrlo participaron diversas
instituciones tanto de ese país como de México. Para no arriesgar la obra
completa, fue enviada en cinco diferentes aviones.
En la muestra destacan diversos cuadros: “El Apostolado”, con los
apóstoles y Jesucristo en diferentes lienzos; “La Anunciación”, La Aparición de
Cristo a María”, “Las Lágrimas de San Pedro” y las ya mencionadas: “El Entierro
del Conde de Orgaz”, “El Expolio” y “La Verónica”.
Como es sabido, en la época de El Greco los pintores elaboraban
sobre todo cuadros con motivos y representaciones religiosas, porque eran los
que les encargaban los que pagaban por el trabajo, y es el caso de la obra del
artista que nació en Creta y murió en Toledo: la gran mayoría de su trabajo
está dedicado a este tipo de temas.
Las caras alargadas son una característica en los cuadros pintados
por Domenikos. Inconfundibles. Basta ver las primeras para nunca más olvidar
que ese tipo de rostros fueron realizados por El Greco. Comenzó utilizando la
escuela manierista (a la manera de…), pero luego transformó su trabajo de tal
manera que ahora es reconocido como uno de los grandes artistas de la historia
de la pintura.
En “El Expolio” y en “Las Lágrimas de San Pedro”, los ojos de
Jesucristo y de San Pedro respectivamente, volteando la mirada hacia el cielo
con tristeza, como implorando, los logró El Greco con una maestría admirable.
Hubo ausencias notables, entre ellas “La Vista de Toledo”, que es un
enorme cuadro que tal vez por su tamaño no pudo ser trasladado a Bellas Artes
desde España. La parte superior de “El Entierro del Conde de Orgaz”, en la que
se representa “La Gloria”, tampoco viajó.
Pero la exposición con 43 obras que ahora tenemos en México nunca se
volverá a repetir, porque aprovecharon que el Museo de El Greco está cerrado
por restauración, para traerlas. El museo, por cierto, abrirá sus puertas hasta
el 2010, con motivo del centenario de su fundación; además, la aportación con
obras que hicieron los diversos museos enumerados, tanto de España como de
México, tampoco se repetirá.
Por todo lo anterior, ésta, titulada “Domenikos Theotokopoulos,
1900, El Greco”, es una muestra a la que se espera que asistan visitantes de
todo el mundo, sobre todo de América, porque no se volverá a presentar la
oportunidad.
Para la visita guiada a la exposición de la obra del Greco en Bellas
Artes hay otra innovación que no se puede dejar de mencionar porque fue
desarrollada en nuestro país: mientras que en exposiciones anteriores, como la
de los Zares, en el Museo de Antropología, se utilizaron audioguías, que eran
pequeños aparatos con audífonos que nos iban guiando en el recorrido, en esta
ocasión proporcionan al visitante un “iPod”, que nos guía con audio y con
video, con explicaciones detalladas de casi todos los cuadros, con
acercamientos a los detalles y una amplia exposición de los curadores (en
España los llaman “Comisarios de la Muestra”). La obra del Greco estará en
México solamente durante septiembre y octubre.
En España, la difusión turística de la ciudad de Toledo la señala
como parte de las poblaciones que están “en las cercanías”. Son varias. Pero
tras haber recordado al Greco y la manera en que le rinden homenaje por toda la
ciudad, no podemos dejar de ir a Toledo en un próximo viaje a ese país.
Los sefardíes, o mizrahim, fueron los judíos expulsados de España en
1492 y Toledo es testigo todavía de las construcciones que dejaron al partir.
Millones de descendientes de estos viven actualmente en México, Estados Unidos
y Sudamérica.
“Recordar es vivir”, dice el dicho y los detalles desconocidos vistos líneas arriba (o poco conocidos), “la cara oculta” de ese artista, sumados a la experiencia descrita nos dan los elementos para decirle al Greco y a su entorno: Gracias por los recuerdos. |